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Kobutori Jiisan- Cuento Japonés

Hace mucho, mucho tiempo, vivía un anciano en un pueblo.


El nació con un chichón en la mejilla del cual no se preocupaba para nada.


Era muy optimista.


En el mismo pueblo vivía otro anciano que también tenía un chichón en la mejilla, pero éste siempre paraba enfadado porque se acomplejaba de su defecto.


Un día el anciano optimista fue a cortar leña al bosque, pasado un momento empezó a llover y decidió descansar un poco. Durmió profundamente pero se despertó al oir un ruido extraño en plena noche.


Se sorprendió mucho al ver a unos demonios celebrando una fiesta muy cerca de ahí.


Estaban armando un gran alboroto cantando, bebiendo y bailando.


El anciano al comienzo tenía mucho miedo por lo que decidió seguir viendo a escondidas, pero no pudo contener sus ganas de bailar pues le parecía muy agradable todo aquello.


Los demonios se sorprendieron al verlo pero continuaron bailando porque su danza era muy interesante.


Pasaron un rato agradable hasta que cantó el primer gallo.


El jefe de los demonios dijo: "Ya tenemos que volver a casa. Me gusta mucho tu danza por eso esta noche también ven. Voy a tomar tu chichón y si vienes esta noche te lo devolveré."


El anciano se quedó sin su chichón, ¡ni rastros de el!. Los demonios pensaban que al anciano le gustaba su chichón y por ello regresaría, pero en realidad éste estaba muy contento sin él.


Cuando el anciano regresó al pueblo contó todo lo sucedido al otro anciano.


Este último lo veía con una mirada de envidia y dijo: "¡Voy a ir esta noche!"


Esa noche empezó nuevamente la fiesta.


Este anciano, por ser una persona sombría, no se encontraba a gusto y no pudo bailar, en realidad detestaba el baile.


Al verlo, poco a poco los demonios empezaban a disgustarse.


El jefe de los demonios le dijo: "¡Te voy a devolver tu chichón y vete inmediatamente!"


De esta manera, este anciano se quedó para siempre con los dos chichones por ser estrecho de espíritu y de corazón.

El dios de la pobreza

Hace mucho, mucho tiempo, en un pequeño pueblo vivía un hombre muy trabajador. Este a pesar de trabajar tanto vivía en la miseria ya que el dios de la pobreza habitaba tambíen la misma casa.


Un día decidió dejar de trabajar, cansado de ver que su situación no mejoraba en nada.


Todo el pueblo al ver que este hombre había perdido las esperanzas en una mejora de su situación decidieron presentarle una mujer que lo acompañe y para la cual continúe luchando por la vida, con quien se casó.


Ella era muy trabajadora.


El hombre que no quería que sólo ella trabaje, empezó nuevamente a trabajar con todos sus ánimos.


El dios de la pobreza al verlos esforzarse tanto dijo: "Cada día se me hace más difícil vivir aquí, ellos esforzándose tanto y mientras yo esté en esta casa no podrán dejar de ser pobres."


Al final de dicho año, el dios de la pobreza se encontraba llorando en el desván de la casa, la pareja al notarlo fueron a ver qué ocurría.


Ellos se sorprendieron y le preguntaron: "¿Quien eres?".


El les contestó: "Soy el dios de la pobreza. Durante mucho tiempo he vivido aquí pero ustedes trabajan tanto que muy pronto tendré que abandonar esta casa ya que vendrá el dios de la fortuna."


Ellos al escucharlo se sintieron muy tristes puesto que él era el dios que cuidaba la casa durante mucho tiempo. Lo invitaron a bajar a la habitación.


El hombre le dijo: "Queremos que se quede aquí con nosotros para siempre porque ésta es su casa", la mujer insistio : "Sí, está bien".


El dios de la pobreza se puso muy contento ya que era la primera vez que alguien lo había tratado con tanto afecto.


En ese momento vino el dios de la fortuna y dijo "¡Todavía estás aquí! ¡Fuera, rápido!


El dios de la pobreza contestó ¡No! ¡Esta casa es nuestra! y se abalanzó sobre el dios de la fortuna, pero no podía competir con él porque era muy delgado y el dios de la fortuna muy gordo.


Al ver eso los esposos le ayudaron y echaron de la casa al dios de la fortuna.


Este no entendía nada de lo que acontecía. Se preguntó a sí mismo: " Yo soy el dios de la fortuna ¿No?"


Al final, nunca pudieron llegar a ser ricos, pero, vivieron felices para siempre.


El dios de la pobreza todavía vive en el desván de la casa.

"Tsuru no Ongaeshi" (otra version de la grulla agradecida)

Hace mucho, mucho tiempo, en algún lugar vivía una pareja de ancianos muy pobre.


Un día el anciano oyó el grito de una grulla que había caído en una trampa.


El anciano se compadeció al verla y decidió soltarla.


Esa noche le contó a su mujer sobre lo ocurrido y ella le dijo: "Hiciste bien. Yo también estoy contenta", y los dos se pusieron alegres.




En ese momento, alguien llamó a la puerta: "toc toc...", el anciano salió y encontró a una chica muy bonita que dijo: "Me desorienté en el camino, ¿Podría quedarme en su casa esta noche?".


Los ancianos que eran muy amables no dudaron en invitarla a dormir.


Esa noche los tres conversaron y ella les contó que no tenía casa a donde ir ni familia con quien estar. Los ancianos le propusieron: "¡Queremos que seas nuestra hija!"


Ella se puso muy contenta. Al rato los tres se fueron a descansar.


Al día siguiente, la chica se levantó muy temprano para preparar el desayuno, pero no había ni arroz ni "miso"(*1).


En ese momento, la chica divisó un telar en una habitación contigua y en unos instantes se empezó a oir el sonido del telar mecánico.


Cuando los ancianos se despertaron, la chica les entregó una pieza de tela bellísima diciéndoles: "vendan esta tela y compren lo necesario para vivir". Ellos se sorprendieron y estuvieron muy contentos.


El anciano recibió mucho dinero a cambio de la pieza de tela, ya que ésta era muy bonita, y compró lo necesario para vivir además de un peine muy bonito para la chica.


Esa noche los tres estaban muy contentos y se quedaron conversando hasta muy tarde. En eso el abuelo dijo: "Ya vamos a dormir", pero la chica contestó: "Yo voy a continuar trabajando un poco más". Los ancianos se sorprendieron y le dijeron: "¡No! hoy ya no trabajes! es mejor que descanses". La chica contestó: "Quiero hacer más piezas de tela para ustedes pero quisiera pedirles un favor, no entren a la habitación cuando esté trabajando.". El anciano preguntó sorprendido: "¿Cómo? ¿No podemos verte trabajar?". La chica contestó: "No, por favor, quiero que me prometan que no lo harán."


Los ancianos no entendían la razón por la cual la chica les pedía eso pero asintieron con la cabeza.


La chica tejía cada noche una pieza de tela que se vendían como "pan caliente", pero cada día se ponía más delgada y no tenía ánimo.


El anciano le decía: "¡Tienes que descansar, no trabajes demasiado!", pero la chica respondía: "Voy a seguir trabajando sólo un poco más" y entraba en la habitación.


Los ancianos no podían dormir pensando en la salud de la chica.


Una noche, el anciano no pudo contenerse y dijo: "Voy a verla", la anciana replicó: "Tenemos que cumplir con nuestra promesa". El anciano, haciendo caso omiso a su mujer, se dirigió a la habitación en donde se encontraba trabajando la chica. Miró a través de la puerta que estaba entreabierta y para su sorpresa divisó a una grulla trabajando en el lugar. La grulla utilizaba su pico para quitarse plumas, las cuales las utilizaba para decorar las hermosas piezas de tela que hacía. Esta advirtió que estaba siendo observada y se disfrazó nuevamente de mujer.


La chica abrió la puerta y se dirigió al anciano: "Yo soy aquella grulla que salvó de la trampa. Por salvarme la vida quise devolverle el favor y para ello se me dió la oportunidad de convertirme en un ser humano por una sóla vez y venir aquí, pero ya no puedo permanecer aquí con ustedes. Deseaba convertirme en su hija para siempre".


La chica volvió a tomar su apariencia original de grulla y levantó vuelo. El anciano al verla volar pensó: "Perdóname. ¡No nos olvides!" y le lanzó el peine que le había regalado a la "chica". La grulla lo cogió y se fue volando.


El Tengu Azul y el Tengu Rojo - Cuento japonés

Hace mucho, mucho tiempo, vivían un Tengu azul y un Tengu rojo en una montaña muy alta.


Los dos eran íntimos amigos.


Les gustaba observar a las personas desde lo alto.


Un día el Tengu rojo preguntó: "¿Cuánto tiempo hace que vivimos aquí?"


El Tengu azul contestó:"Desde hace quinientos años."


El Tengu rojo dijo: "Los hombres han cambiado mucho en todo este tiempo. Pero nosotros no hemos cambiado nada."


El Tengu azul dijo: "Frecuentemente ellos andan riñiendo construyen ciudades y tan pronto empiezan a pelear destruyen todo y otra vez se repite lo mismo."


El Tengu rojo dijo: "¡Entiendo! ¡Tenemos que reñir! Nunca hemos reñido durante quinientos años por eso no hemos cambiado nada."


El Tengu azul dijo: "Somos íntimos amigos, por eso no es necesario."


El Tengu rojo dijo: "¡Sí! ¡Nunca hemos reñido por eso no hemos progresado! ¡De momento dejemos de jugar! ¿Sí?"


El Tengu azul contestó: "Está bien"


Y empesaron a reñir.


Un día el Tengu azul estaba obsevando a unos hombres.


El dijo "Estoy aburrido de estar solo. ¡Oh! ¿Qué es aquello? ¡Son muy bonitos! ¡Voy a alargar la nariz un poco más!"


Su nariz se alargó hasta un castillo porque quería tocar unas prendas muy bellas que veiía en su interior.


En ese momento una criada estaba colgando un hermoso "kimono"(*2) de una princesa. Ella no se percató y lo colgó en su nariz.


El se sorprendió porque su nariz llegó a pesar mucho. Acortó su nariz precipitadamente y conseguió muchas ropas bonitas.


En ese momento vino el Tengu rojo y dijo: "¿Por qué tienes muchas ropas bonitas?"


El Tengu azul contestó: "Alargué la nariz hasta un castillo y pegaron prendas en ella. Te doy la mitad."


El Tengu rojo dijo: "¡No quiero!" y se marchó a otro sitio.


El Tengu rojo estaba muy envidioso. Pensó: "Yo también quiero ropas bonitas. ¡Voy a alargar la nariz hasta un castillo!"


Y su nariz se alargó hasta uno. ¡Pero en éste se entrenaban artes marciales! Ellos al ver su nariz se arrojaron sobre ella con la espada en la mano.


El Tengu rojo se sorprendió porque le dolió mucho. Acortó su nariz precipitadamente.


En ese momento el Tengu azul vino y dijo: "¡¿Qué te pasa?!"


El Tengu rojo le contó llorando lo pasado.


El Tengu azul le dijo: "Está bien. Te doy la mitad de estas ropas bonitas. Por eso ya no llores."


Los dos se reconciliaron y vivieron en armonía para siempre.



Los animales del zodiaco - Cuento Chino (version 1)

Hace mucho, mucho tiempo, vivía un dios en el fondo de una montaña.


Un 30 de diciembre, dicho dios envió unas cartas a todos los animales del país.


Estos la recibieron al día siguiente.


La carta decía: "El primero de enero por la mañana, quiero que vengan aquí, y según el orden en que lleguen, del primero al décimo segundo, designaré su jerarquía entre todos los animales, correspondiéndole a cada uno un año".


Los animales estaban muy animados con la carrera. Todos pensaban:"¡De todas maneras seré el jefe!", pero un sólo animal, el gato perezoso, no leyó la carta, sino que la rata le "informó" sobre el asunto.


Pero la rata traviesa, en lugar de dicirle al gato que el primero de enero deberían de llegar al lugar designado, le mintió diciéndole que la fecha de llegada era el segundo día de enero.


El gato le agradeció por la información.


Todos los animales decían: "Mañana tengo que levantarme muy temprano, por eso ya me voy a dormir".


Así lo hicieron todos, excepto el toro que dijo: "Yo ya voy a salir porque soy lento caminando".


La rata que estaba viendo eso, trepó al lomo del toro y dijo: "¡está muy cómodo aquí!"


El toro sin darse cuenta, siguió caminando.


El resto salió a la mañana siguiente.


Todos se dirigieron corriendo a la casa del dios.


A la salida del sol del nuevo año, apareció primero el toro en el lugar fijado. ¡No, no fue el toro, fue la rata!


Esta saltó a tierra desde el lomo del toro y dijo,"¡Dios! ¡Felíz Año Nuevo!"


El toro se sintió humillado.


Los otros animales llegaron sucesivamente.


El dios les dió la bienvenida y anunció: "El primer lugar es para la rata, le siguen el toro, el tigre, la liebre, el dragón, la serpiente, el caballo, la oveja, el mono, el gallo, el perro y por último, el jabalí".


Así empezó la fiesta de los animales elegidos. En ese momento apareció corriendo el gato, muy furioso y dijo: "¡Conque me has engañado!", refiriéndose a la rata.


Esta huyó en cuanto vió al gato, quien no pudo contener su cólera porque no pudo ser elegido. Por eso todavía el gato sigue persiguiendo a la rata.



Kintaro- Leyenda Japonesa

Hace mucho, mucho tiempo, en algún lugar nació un niño llamado Kintaro.




Kintaro creció fuerte y robusto y nadie podía rivalizar con él.


El siempre andaba con unos animales de montaña. Ellos eran sus amigos y con ellos practicaba "sumo" todos los días.


Un día, Kintaro y sus amigos fueron a la montaña de enfrente para recoger unas castañas. Allí habían muchos castaños.


De repente apareció un oso grande que se dirigió a ellos: "¡Esta montaña es mía! ¡y también lo son esas castañas! pero si me vencen en una lucha de sumo ¡se las daré!"


Los animales se horripilaron pero Kintaro contestó: "¡Yo seré tu contrincante!" y empezaron a luchar.


Al poco rato, Kintaro con toda su fuerza echó al oso al suelo.


Los animales se alegraron mucho y Kintaro se dirigió al oso: "¡Te perdono la vida, desde ahora seremos todos amigos!"


El oso contestó : ¡Gracias! ¡Qué persona tan estupenda eres!"


Con el tiempo Kintaro se convirtió en un valiente samurai llamado "Sakatano Kintoki".


Momotaro-Cuento tradicional japonés


Hace mucho, mucho tiempo, en algún lugar vivía una pareja de ancianos.


Un día el anciano salió a la montaña a recoger leña mientras que la ancianita fue al río para lavar ropa, en eso un enorme melocotón bajaba por el río, aguas abajo.



Ella lo recogió y se lo llevó a casa.

El anciano al llegar a casa se sorprendió al ver tan enorme melocotón! y dijo: "¡Qué melocotón tan grande!, ¿lo cortamos? y la anciana contestó: "¡Sí, vamos a cortarlo!".


En ese momento el melocotón empezó a moverse y de su interior salió un niño.


Los ancianos se sorprendieron al ver a un niño salir de aquel enorme melocotón, y a la vez, una gran alegría los embargó al ver en él al hijo que no tenían.



"¡Lo llamaremos Momotaro! porque nació de un "momó"  (melocotón)

Momotaro comía mucho y creció fuerte y robusto. Nadie podía rivalizar con él, pero había algo que preocupaba a los ancianos, éste no pronunciaba ni una sóla palabra.


Por esos días unos demonios estaban causando alboroto y cometiendo fechorías por todo el pueblo. Ante eso, Momotaro pensaba dentro de sí: "¡Esta situación no lo puedo tolerar!".


Un día, de repente comenzó a hablar y dijo a sus padres: "¡Voy a subyugar a los demonios! Por favor ayúdenme con los preparativos para mi  viaje." Los ancianos se quedaron sorprendidos al escuchar por primera vez la voz de Momotaro.


El anciano, luego de reponerse de la sorpresa, se dirigió a Momotaro diciéndole: "Hijo, es mejor que desistas de hacer cosas tan peligrosas, no queremos perderte".


Pero los ancianos al ver la determinación de Momotaro, decidieron ayudarle en lo posible con su aventura Le entregaron ropas nuevas y de alimento la ancianita le había preparado "kibi dango"



Momotaro partió hacia la isla de los demonios. Los ancianos rezaban a dios para que su hijo se encontrara sano y salvo. Este se encontró en el camino con un perro. El perro le dijo: "¡Oiga! Déme un "dango" por favor. Si me lo dá le ayudo". Momotaro le entregó un "dango" y empezaron a caminar juntos.

Momentos después se encontraron con un mono, el cual pidió a Momotaro lo mismo que el perro. Momotaro tomó un "dango" y se lo entregó, y los tres empezaron la marcha nuevamente.


En el camino a la isla del demonio, encontraron a un faisán, el cual pidió lo mismo que los anteriores y se unió al grupo.


Pasaron unos días y llegaron por fin a la "isla de los demonios". El faisán realizó un vuelo de reconocimiento y al volver dijo:"Ahora todos están tomando Sake. Momotaro pensó que era una buena ocasión y se dirigio hacia ellos.


Pero no podían entrar porque el portón estaba cerrado. En ese momento el mono saltó el portón y abrió la cerradura.



Los cuatro entraron a la vez y los demonios quedaron sorprendidos al verlos. El perro mordió a un demonio, el mono arañó a otro mientras que el faisán picoteaba a un tercero.


Momotaro dió un cabezazo al jefe de los demonios y le dijo: "¡He venido a darles castigo por el daño que han causado!

Los demonios se arrodillaron ante el : "¡Nunca más lo haremos!, ¡perdónanos!".


Momotaro los perdonó y recobró el tesoro robado, volviendo a casa sano y salvo con sus amigos, contento de haber realizado su labor y por ella hoy todos los niños nipones lo toman por el simbolo del valor